domingo, 30 de agosto de 2009

FRANCISCO ALVAREZ DE VELASCO


Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar, León, 1940) Poeta español. Se licenció en Filosofía por la Universidad Complutense. Obtuvo plaza de profesor de Lengua y Literatura Española en el Real Instituto Jovellanos, de Gijón. Es autor de los poemarios Tiempo de maldición(Madrid, 1979), En el nombre del árbol y Tierra, incluidos en los colectivos El libro del bosque (Gijón, 1984) y Tetragonía (Gijón, 1986), respectivamente; Del viejísimo juego de la tierra (Gijón, 1988), expresión del sentimiento amoroso y de la naturaleza; La hiedra del silencio(Madrid, 1993). Su poesía es de hondas raíces humanísticas, a la vez que muestra de las calidades estéticas y sensoriales del verso, figura antologada en Homenaje a El Salvador (Madrid, 1981), Trece poetas. Asturias 1972-85 (Mieres, 1986), a cargo de Rafael García Domínguez,Muestra corregida y aumentada de la poesía en Asturias, coordinada por Ricardo Labra (Meres, 1989), y en otras selecciones antológicas.

OBRAS:

Si es posible, un folio blanco, sin rayas. En caso necesario puede servir una pared, o la palma de la mano, o una servilleta de papel, o la corteza de un álamo. Según sea el soporte, uno podrá decidirse por cualquiera de los siguientes instrumentos: lapicero, pluma de ave, un cortaplumas, una tiza, un resto de teja pulimentada por el ir y venir de las olas del Cantábrico.
Es imprescindible buscar por el corazón o por el cerebro un bosque poblado de soledad sonora y adentrarse en sus espesuras. Sólo entonces puedes empezar a escribir, a escribir, a escribir. A continuación hay que dudar mucho, y empezar a romper, a romper, a romper. Si sobre algo no dudas, déjalo estar para otros tiempos de dudas. Si algo queda al final, puedes llamarlo poesía. Si, por el contrario, nada queda, puedes llamarlo silencio o soledad —a secas—, a lo cual podrás llamar también poesía. Finalmente, procura serenarte y ponte a contemplar el mundo.
Intentar, por medio de la poesía, asumir lo que nos destruye o nos vence y ponerlo en su sitio con su contexto de soledad o tristeza. Así podrá aplacarse a la muerte, y tendremos tiempo suficiente para mirar con ternura a los otros y ayudarlos un poco contra los miedos que les acechen. Después que hagan con los versos lo que quieran; por ejemplo: aprovechar el blanco de las páginas para anotar una cita, un teléfono o la hora del dentista, vender el libro como papel al pesio, encender una hoguera…
Que quien lea estos versos enmiende lo que quiera y me ayude a explicarme mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario