Francisco Álvarez Velasco (Cimanes del Tejar, León, 1940) Poeta español. Se licenció en Filosofía por la Universidad Complutense. Obtuvo plaza de profesor de Lengua y Literatura Española en el Real Instituto Jovellanos, de Gijón. Es autor de los poemarios Tiempo de maldición(Madrid, 1979), En el nombre del árbol y Tierra, incluidos en los colectivos El libro del bosque (Gijón, 1984) y Tetragonía (Gijón, 1986), respectivamente; Del viejísimo juego de la tierra (Gijón, 1988), expresión del sentimiento amoroso y de la naturaleza; La hiedra del silencio(Madrid, 1993). Su poesía es de hondas raíces humanísticas, a la vez que muestra de las calidades estéticas y sensoriales del verso, figura antologada en Homenaje a El Salvador (Madrid, 1981), Trece poetas. Asturias 1972-85 (Mieres, 1986), a cargo de Rafael García Domínguez,Muestra corregida y aumentada de la poesía en Asturias, coordinada por Ricardo Labra (Meres, 1989), y en otras selecciones antológicas.
OBRAS:
Si es posible, un folio blanco, sin rayas. En caso necesario puede servir una pared, o la palma de la mano, o una servilleta de papel, o la corteza de un álamo. Según sea el soporte, uno podrá decidirse por cualquiera de los siguientes instrumentos: lapicero, pluma de ave, un cortaplumas, una tiza, un resto de teja pulimentada por el ir y venir de las olas del Cantábrico.
Es imprescindible buscar por el corazón o por el cerebro un bosque poblado de soledad sonora y adentrarse en sus espesuras. Sólo entonces puedes empezar a escribir, a escribir, a escribir. A continuación hay que dudar mucho, y empezar a romper, a romper, a romper. Si sobre algo no dudas, déjalo estar para otros tiempos de dudas. Si algo queda al final, puedes llamarlo poesía. Si, por el contrario, nada queda, puedes llamarlo silencio o soledad —a secas—, a lo cual podrás llamar también poesía. Finalmente, procura serenarte y ponte a contemplar el mundo.
Intentar, por medio de la poesía, asumir lo que nos destruye o nos vence y ponerlo en su sitio con su contexto de soledad o tristeza. Así podrá aplacarse a la muerte, y tendremos tiempo suficiente para mirar con ternura a los otros y ayudarlos un poco contra los miedos que les acechen. Después que hagan con los versos lo que quieran; por ejemplo: aprovechar el blanco de las páginas para anotar una cita, un teléfono o la hora del dentista, vender el libro como papel al pesio, encender una hoguera…
Que quien lea estos versos enmiende lo que quiera y me ayude a explicarme mejor.
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